La primera música cristiana

Desde los orígenes de cristianismo, la música fue empleada en las reuniones de las primeras comunidades. En medio de las lecturas y rezos sabemos que se utilizaban algunos cantos, aunque de manera muy restringida, no solo porque las persecuciones obligaban a la discreción, sino porque el repertorio era muy pequeño, igual que el número de intérpretes.

La primera música usada fue la hebrea y grecorromana, que sirvió como base para la declamación melódica de los salmos.

Muy probablemente las primeras creaciones musicales estrictamente cristianas fueron improvisaciones, a manera de adoraciones, súplicas o exhortaciones. Paralelamente, se incorporaron despacio a la liturgia cantos modelados sobre himnos paganos, a los cuales adaptaron los nuevos textos cristianos.

En términos generales, podemos decir que la música cristiana, tanto de oriente como de occidente, tuvo durante los primeros siglos características comunes. Sin embargo, con la dispersión que provocó la primera gran persecución a los cristianos (emperador Agripa, año 41) los fieles de la nueva religión llegaron a diferentes territorios donde se configuraron varios núcleos a oriente y a occidente, de forma que cada uno de estos centros empezó a crear su propia liturgia con toda su variante musical fruto del contacto con la cultura local.

Esghlesia Monestir de Sant Cugat

El canto gregoriano

El primero gran núcleo cristiano con una importante tradición musical fue Milán, donde san Ambrosio estableció su liturgia. Mientras la música ambrosiana cobraba enorme resonancia, se empezó a organizar el canto romano, que vendría a ser el canto gregoriano.

Los papas de los siglos V y VI ejercieron un papel importantísimo en el desarrollo del arte y la música. Pero a finales del siglo VI, con el ascenso al papado de Gregorio I, el canto romano consiguió su más perfecta expresión gracias a los conocimientos en música que el pontífice adquirió antes de acceder a la cátedra de san Pedro.

Desde entonces al canto de la liturgia romana se le empezó a decir canto gregoriano, denominación esta que se extiende también a la creación musical posterior a Gregori Magne, siempre que conserve las mismas características:

Es música exclusivamente vocal y se canta en todos los casos sin acompañamiento de instrumentos.
Se canta a coro, todos los cantores entonan la misma melodía. Esta manera de canto se llama monodia.
Se canta con ritmo libre según el desarrollo del texto literario y no con esquemas mesurados, como podrían ser los de una marcha, una danza o una sinfonía.
Es una música modal escrita en unas escalas de sonidos muy particulares, que sirven para despertar variados sentimientos, como recogimiento, alegría, tristeza, serenidad, etc.
Su melodía es silábica si a cada sílaba del texto corresponde un sonido y es melismática cuando a una sílaba corresponden varios sonidos. Hay melismas que contienen más de 50 de ellos.
El texto está escrito en latín. Solo unos poquísimos trozos estaban en griego y siempre eran fragmentos tomados de los salmos y otros libros del antiguo Testamento; algunos provenían de los evangelios y otros eran de inspiración propia, generalmente anónima.
Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que tenía que realizarse no de manera puramente material, sino con devoción, o como lo decía Santo Pablo, “cantante a Dios en vuestro coro”. Esta es la esencia del canto gregoriano.

muralla y fachada de la iglesia

El canto gregoriano y el oficio divino

Este canto gregoriano que acabamos de describir es el que naturalmente nos acompaña de manera inconsciente cuando imaginamos la vida del antiguo cenobio del Monasterio, consagrado totalmente a la oración. Tal como manda la Regla de San Benedicto, el ritmo que siguen estas comunidades está marcado por las horas canónicas. Cada una de las horas indica una parte del Oficio divino (hoy denominado liturgia de las horas). Se trata del conjunto de oraciones pertinente a cierta parte del día. Los monjes benedictinos oraban 8 veces en el día y el momento para cada una de estas oraciones estaba marcado por el toque de las campanas. Un capitel de la galería norte del claustro recuerda precisamente esta acción básica de la vida monástica. En él, ocho monjes andan en el sentido de las agujas del reloj verso la puerta de la iglesia para acudir a la oración. En el interior del templo, los monjes accedían al gran coro de madera y allá efectuaban sus rezos, interpretando la música que hemos descrito más arriba.

El coro de la iglesia del Monasterio

El Coro de la iglesia del Monasterio de Sant Cugat estaba situado en el centro del templo, justo en el tramo de vuelta que sigue al cimborio. En el centro de la pared occidental había una puerta que permitía el acceso directo viniendo de la entrada. La parte alta interior estaba decorada con arcuaciones góticas cortadas en piedra, bajo las cuales había un revestimiento de madera con otras horquillas sustentadas sobre columnas adosadas, descansando con base en el muro. El coro estaba formado por dos filas de escaños a ambos lados, austeros, con pequeñas decoraciones de talla muy simples. Entrando a la derecha había la silla del abad, la única que tenía una alta aguja gótica cortada en madera, a manera de dosel. A su izquierda, otra silla presentaba una aguja parecida, pero de dimensiones menores, que era ocupada por el prior o por el abad de San Lorenzo de Montón en el caso de ser presiente durante la ceremonia. En el centro del coro debía de haber un atril. Por la banda del presbiterio el coro estaba cerrado por una reja con puertas que se sacaron entre 1904 y 1908. En este mismo último año, el coro fue desmantelado, puesto que ya no complica ninguna función porque la iglesia era de uso parroquial entonces. Parte de la sillería fue trasladado al presbiterio, pero finalmente fue vendido al convento de Valldonzella de Barcelona.

Es en este espacio que acabamos de describir donde los monjes normalmente se reunían para orar todos juntos, a veces en silencio y otras cantando, de forma que es dentro del coro donde se desarrolló la mayor parte de la música litúrgica.

El origen de la música cristiana Sant Cugat

Recuerda que…

El Monasterio conserva todavía muchas más alusiones a la música: el órgano de la iglesia y su rueda de campanas, las sirenas y los juglares de los capiteles o la lápida funeraria del monje Pere Ferrer, eminente hermano del cenobio que compuso algunas obras de música sacra. Todas estas nociones musicales son la mejor compañía para compartir la audición de los conciertos a nuestro claustro. Si te gusta la historia y el arte, no te puedes perder la visita previa al concierto.