El recinto monástico, la vida dentro de los muros

El Monasterio de Sant Cugat, ocupado por una comunidad religiosa masculina regida por la regla benedictina en la práctica es, como la mayoría de grandes monasterios, una unidad productiva-administrativa y disfruta de un sistema de gobierno independiente de condes y obispos. A pesar de que la vida cotidiana se desarrolle dentro de los muros del recinto, tiene grandes propiedades que proporcionan todo aquello que es imprescindible para la subsistencia de los monjes. Las murallas defienden el Monasterio y lo separan del mundo exterior, configurando la estructura y generando un recinto interno del cual todavía conservamos las partes más importantes: la iglesia, el Claustro y sus dependencias, y el Palacio Abacial

Portal Mayor

Torre del Portal Mayor

Esta construcción hace la función de torre del homenaje en el castillo de Octaviano y es la entrada al recinto monástico, la cual dispone de los elementos imprescindibles para defenderla de los posibles invasores.

Adosada en el Palacio Abacial, se aloja la puerta de entrada al Monasterio de Sant Cugat. También hace la función de torre del homenaje, es a decir, es el último reducto defensivo del recinto. La torre está precedida por una barbacana, construida sobre la actual plaza de Octaviano. Su planta ha quedado marcada en el pavimento, donde también podemos visualizar los restos del antiguo foso, que se cruzaba mediante un puente móvil de madera. 

De todas las estructuras defensivas del portal, solo resta la torre, puesto que las otras fueron destruidas después de la derrota del 1714, cuando Felipe V ordenó la destrucción de las fortificaciones catalanes.

Plaza de l'Om

Plaza del Om

La plaza del Om (olmo) es el espacio intermedio entre la clausura estricta y el mundo exterior más allá de los muros del Monasterio, razón por la cual se pueden encontrar la presencia de laicos en la plaza.

El nombre de la plaza deriva del árbol plantado en el centro del ágora. La plaza forma parte del recinto monacal, pero no se considerada de clausura estricta porque las personas laicas pueden acceder por varias razones. Por ejemplo, en la esquina norte se encuentra el edificio de la pavordía mayor, donde vive el monje señor jurisdiccional de la villa y término, a quien los súbditos deben pagar los censos, los diezmos y otras cargas fiscales y también, reside la corte judicial del alcalde. De esta construcción, solo resta la parte baja de la torre de la prisión, que era tan alta como la del portal mayor.

Ante la plaza, al levante, se encuentra el Claustrillo, una construcción renacentista de finales del siglo XVI. El edificio ocupa el espacio dónde en el siglo X se localizaba la portería y la hostería del Monasterio. Hoy en día todavía es el acceso al Claustro románico.

La banda sur de la plaza está ocupada por el antiguo Palacio Abacial, un edificio que actualmente acoge algunos servicios parroquiales.

Recinto monástico. Murallas Medievales

Murallas

El aislamiento de los monasterios y de sus habitantes se evidencian, de manera física, con los muros que separan el recinto monástico del resto del mundo. A partir del siglo XIV, estas estructuras se fortificaran y, en consecuencia, acontecerán poderosas murallas defensivas.

Todos los monasterios están rodeados por un muro que separa la clausura de los monjes del resto del mundo; un monje solo puede atravesar este límite con permiso del abad. Desde la tardoantigüedad, este muro de valla también tiene funciones defensivas y acontece muralla. En la segunda mitad del siglo XIV se lleva a cabo una obra de ampliación relevante del cercado monástico hacia la estructura de levante, protegido por nuevas murallas, a las cuales se adosaran una serie de casas para los monjes con cargos monásticos.

El año 1539 el abad Pere Despuig emprende una serie de reformas arquitectónicas importantes, entre las cuales destaca la ampliación del recinto hacia el sur con la construcción de más murallas y la inclusión de nuevas torres defensivas. Todas ellas son sisadas y reducidas en altura por el decreto de Felipe V y a finales del siglo XVIII se abren puertas y ventanales que las hacen indefendibles. Las casas adosadas desaparecen cuando se acontece la desamortización (1835).