Dependencias del Claustro románico

Claustro románico

De todo el conjunto monástico destaca, de forma especial, el Claustro románico. Se trata de un espacio simbólico y funcional, que articula a su alrededor toda una serie de estancias para la vida cotidiana de los monjes facilitando la vida en comunidad.

El claustrillo

Claustrillo

En el ala occidental del Claustro, al levante de la plaza del Olmo, se encuentra el Claustrillo, un edificio renacentista de finales del siglo XVI, obra del maestro de casas Cristòfol Reguer. El soportal renacentista es concebido como un telón de fondo del portal de entrada al Monasterio.

Consta de seis arcadas de punto redondo sobre columnas toscanas de piedra de Montjuïc y conserva su artesonado original. Ocupa el espacio dónde en el siglo X se encontraban la portería y la hostería del Monasterio. Después de la desamortización, en 1855 el Claustrillo es tapiado y reconvertido en escuela de niñas hasta el 1932. Actualmente es un espacio donde los visitantes pueden disfrutar de actividades culturales y de exposiciones temporales sobre arte o historia. A través de este, se continua accediendo al Claustro, tal cómo se hacía siglos atrás

Iglesia paleocristiana

Iglesia paleocristiana

En el patio del Claustro se conservan visibles los cimientos de la antigua basílica paleocristiana, construida en el siglo V para el culto a las reliquias del mártir Cugat, muerto el año 304 durante las persecuciones de cristianos impulsadas por el emperador Diocleciano.

A pesar de que el martirio de Cugat tuvo lugar en la ciudad de Barcelona, la leyenda sitúa su sepelio en el lugar de Octaviano, donde actualmente encontramos el Monasterio de nombre homónimo. Es plausible que un cristiano rico llevara el cuerpo del santo hasta este enclave, que debía ser de su propiedad, para dar al mártir una sepultura digna. En el siglo V se erige un aula funeraria rectangular con un anexo de dos sepulturas, donde se cree que se le rinde culto. A finales del siglo VI, en tiempo de los visigodos, se añade un ábside al antiguo recinto, señal de su uso litúrgico. Es en torno a esta iglesia, que en el siglo IX se construye el Monasterio benedictino que se le dedica. Después del año 1000, el abad Odó ordena construir un templo monástico más grande, que ya se localiza en el espacio del actual. La basílica paleocristiana pierde su utilidad y será derruida, con la finalidad de ampliar el patio y construir el nuevo Claustro románico. Actualmente, el 25 de julio, la parroquia celebra la festividad del santo dentro de los restos de este antiguo edificio.

portal enigmático

Portal enigmático

Muy cerca de esta portada de la iglesia, entre el muro de levante del Claustro, la fachada de la sala capitular y el cuerpo perpendicular de la actual iglesia, hay los restos de un muro antiguo del siglo X con un portal de punto redondo de la misma época, posteriormente tapiado con sillares muy escuadrados. Su buena factura y la ubicación hacen pensar que quizás se trata de…

la puerta de acceso a una desaparecida sala capitular del siglo X. También se ha interpretado como el posible armarium de los libros. El 1306 muere el abad Ponç Burguet, que había elegido este mismo lugar para ubicar su sepultura escultórica, una señal clara que el portal ya no tiene ningún uso en aquel momento. Todavía hoy se puede contemplar la tumba de este abad, aunque la escultura de su imagen funeraria haya perdido la cabeza.

Sala capitular gótica

Sala capitular gótica

Cada mañana, los monjes se reúnen en la sala capitular y leen un capítulo de la regla de San Benito. De aquí proviene el nombre. La sala también es el espacio de reunión donde conversan sobre cuestiones de economía y buen gobierno, confiesan las pequeñas faltas y eligen los cargos del Monasterio. Es, por tanto, uno de los espacios más importantes para la organización de la vida de los monjes.

La sala capitular es el lugar de reunión de los monjes, donde se encuentran cada día después del rezo de la hora prima. Aquí se informa del santoral de la jornada y de otros asuntos del calendario. También se lee un capítulo de la regla de San Benito, sobre el cual el abad imparte un sermón; se lleva a cabo la confesión pública de culpas, se rentan anualmente las cuentas de los diferentes administraciones, se hace la elección de cargos y se cumple cualquier otro tipo de asunto que afecte a la comunidad. La construcción de esta sala se cree que es más o menos simultánea al Claustro, y su resultado arquitectónico es una transición entre el románico, que apreciamos claramente en la puerta, y el gótico, que visualizamos en los dos ventanales que la flanquean.

La sala inicialmente estaba cubierta por un vuelta nervada de crucería. Aun así, la presencia de la muralla romana justo debajo provoca problemas estructurales y aparecen grandes grietas. Esto motiva que, a finales del siglo XV, se añada una capilla dedicada a san Benito al levante, a tocar del contrafuerte. La solución resulta poco efectiva y, en el siglo XVIII, este espacio se abandona por una sala capitular nueva construida en el ala norte del Claustro. Al mismo tiempo, el abad Gayolà reconvierte la antigua sala capitular en panteón de monjes. Después de la desamortización, los sepulcros son profanados y derruidos por los tropas liberales. Posteriormente, la sala se agrega al templo, ya con funciones parroquiales, como capilla del Santísimo, un uso que se mantiene hasta el 1942, fecha en qué se recupera como espacio monumental.

Claustro renacentista

Claustro renacentista

La creación de casas propias para cada administración u oficio monástico hace que los detentadores de los cargos vayan a vivir. El humanismo renacentista también favorece que se construyan celdas individuales para los monjes jóvenes, cosa que obliga a construir un piso encima de las galerías románicas del Claustro.

A finales del siglo XIV los nuevos abades del Monasterio son elegidos por el papa y a partir del 1475 son comendatarios, cardenales que residen a Roma y que son premiados con las rentas de la abadía. Ellos son los responsables de la entrada al Monasterio de las nuevas ideas humanistas y las tendencias artísticas renacentistas provenientes de Italia. Una de las consecuencias del movimiento humanista es el desarrollo de un sentimiento de individualidad e intimidad de la persona, una concepción que pone fin a una de las viejas costumbres del Monasterio: los dormitorios comunitarios. A partir de aquel momento se considera necesario que cada monje, independientemente de su cargo, disfrute de una celda privada. Esto implicará una reforma importante del recinto monástico, comportando así la construcción de un Claustro superior para dar acceso a los nuevos aposentos.

La obra toma como modelo el Claustro nuevo de Santa Caterina de Barcelona y se encarga al maestro de casas Cristòfol Reguer. La sobriedad del estilo toscano escogido hace que el sobreclaustro renacentista no entre en conflicto estético con la parte románica. Aun así, en un afán de dar más amplitud a las galerías, sus arcadas cargan el peso de manera desigual sobre los pares de columnas románicas, hecho que causará problemas arquitectónicos graves.

En el momento de la desamortización (1835), el estado de conservación del Claustro es muy deficiente. A finales del siglo XIX, incluso se llega a proponer derrocar por completo las galerías superiores para salvar las galerías inferiores románicas. Pero, afortunadamente, las reformas y las restauraciones efectuadas durante el siglo XX estabilizan este conjunto arquitectónico, donde hoy podemos disfrutar de una exposición permanente sobre el monacato benedictino, la historia de Sant Cugat y otros contenidos de interés.

sala capitular barroca

Sala capitular barroca

En la segunda mitad del siglo XVIII se ha perdido la costumbre de la comida comunitaria y, atendiendo el mal estado de la sala capitular gótica, se construye una nueva en el espacio de la antigua cocina y una parte del refectorio. De su decoración, solo restan algunas molduras y las pinturas de la vida de San Benedicto, actualmente expuestas a la iglesia.

La nueva sala capitular está construida en la galería norte del Claustro, aprovechando el espacio de la antigua cocina y una parte del refectorio, ya en desuso. La sala consta originariamente de dos espacios diferenciados: la sala propiamente dicha y un vestíbulo con ornamentaciones de tiza de estilo rococó, que la conecta con el Claustro.

Para decorarla, se encargaron una serie de pinturas sobre la vida de san Benito; de este modo se mantuvo el recuerdo de la capilla al santo fundador anexa a la sala gótica. Actualmente se encuentran en el muro de poniente de la iglesia, dispuestas cómo si fueran un retablo.

Después de la desamortización, la sala ha tenido usos muy diversos: sala de baile durante las ferias, restaurante en la Exposición Universal de Barcelona del 1888 o escuela pública de niños hasta el 1932. Después de la Guerra Civil también se ha destinado a utilidades varias, preferentemente culturales, como por ejemplo el Instituto de Cultura Románica, la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universitat Autònoma de Barcelona, una sala de exposiciones de arte, la Escuela Internacional de Pintura Mural, la biblioteca municipal, el taller del Centro de Restauración de Bienes Muebles y, actualmente, el Museo del Monasterio.

Es interesante señalar que en 1930, durante las obras de restauración del Claustro, se repica la pared norte y aparecen dos portales y una serie de ventanas en arco de punto redondo, tapiadas, que corresponden al primitivo refectorio monástico. Se conservan ocho ventanas y todas son de doble rasgada; para formar el arco se empleó una cimbra hecha con cañas, la marca de las cuales todavía es visible. Las ventanas se cerraban con una celosía muy simple, con agujeros cuadrados y los bordes en punta. Esta solución era bastante habitual en la época prerrománica, pero también en el mundo árabe. Actualmente solo se conserva media placa de una de ellas.